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Invertir en cultura: por una Ley de Mecenazgo abierta a micromecenazgos

comunicación cultural, crowdfunding, cultura libre, economía social, financiación, innovación, ley de mecenazgo, nuevos modelos de negocio, Políticas Culturales, procomún

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Arden las redes sociales desde que el nuevo Ministro de Cultura (y Educación y Deporte), José Ignacio Wert, anunciara esta mañana que será el 2 de febrero cuando saque a relucir la Ley de Mecenazgo, tan ansiada por unos como inquietante para otros. Tras los vaivenes acerca de dar o no continuidad a la Ley Sinde y contentar a los lobbies norteamericanos, cambia ahora el caballo de batalla del Ministerio. ¿Por qué tanto revuelo? Para empezar, supone abrir una vía de financiación casi virgen en el Estado español. Parece que en EE.UU. funciona, allí lo que donas a una organización sin ánimo de lucro revierte positivamente de manera que puedes desgravártelo de los impuestos. La mecánica parece interesante, y se trata de un sistema de democracia directa; tú decides qué quieres apoyar. Pero desde la comparecencia de Wert las dudas acechan, ¿será una ley que establezca incentivos fiscales sólo para los grandes acontecimientos “de excepcional interés público” o para todos los proyectos culturales que tengan interés social?

Basta un repaso no demasiado exhaustivo por otros diarios online para descubrir que el fin de esta Ley no es otro que constatar la apuesta por el modelo anglosajón en cultura, lo hemos debatido anteriormente en este blog. Si no hay recursos, como nos quieren hacer ver, la cultura no iba a ser excepción en este proceso de desarme de la res publica. En sintonía con José Guirao, presidente de La Casa Encendida, pienso que cualquier cambio de modelo – y más cuando se legisla al respecto – ha de acompañarse de un proceso de sensibilización y debate que saque a la luz las ventajas y desventajas de, en este caso, invertir en cultura. ¿Suena utópico? Tal vez, pero cuando las grandes instituciones y los más poderosos patrocinadores se unen y hablan de “favorecer la participación de la sociedad en la cultura” uno ya ha vivido lo suficiente como para seguir dudando de cuanto le rodea. ¿De veras habrá espacio para todos los agentes sociales… o se trata de otra perversión del lenguaje para indicar que será una nueva alternativa de derivar fondos públicos y control mediático hacia el sector privado? Da la sensación de que será una Ley que beneficiará exclusivamente a los grandes patrocinadores. Nunca tuve tantas ganas de sentir que me estaba equivocando.

El micromecenazgo o crowdfunding irrumpe en escena

Llegados a este punto voy a hacer caso a dos de mis asiduas y vamos a hablar sobre crowdfunding con la boca abierta, que nadie nos oye. Estoy seguro de que la mayoría de vosotros conoce el término, pero por si acaso, apuntaré que el crowdfunding o financiación colectiva supone un modo emergente de financiación e incluso de “mecenazgo digital” en la web 2.0 susceptible de recompensa o contrapartida según el dinero invertido. A pesar de que desde el año pasado la popularidad del término aumentaba en todos los blogs de tecnología, cultura libre y economía social, el concepto deriva del crowdsourcing y tiene en Kickstarter un ejemplo pionero. A mi modo de ver lo más innovador de este sistema es que me permitiría actuar como participante y coproductor de los proyectos culturales que verdaderamente me interesan.

Así es, este sistema disfruta de cierto grado de aceptación porque consigue una nueva forma de asociacionismo cultural creando vínculos entre el consumidor y el fundador o promotor de un proyecto (por eso se llaman proyectos “bottom-up”) hasta forjar una verdadera comunidad y ser un vehículo incontestable de difusión del procomún* y de cualquier otro tipo de proceso de gestión colectiva de recursos. Y aunque puede plantear numerosas suspicacias en su modo de operar (¿Cómo ganarse la confianza de esos fans/microinversores antes siquiera de haber producido la obra? ¿Qué infraestructuras necesito como creador para además, transmitir transparencia y otorgar verdadera democracia al permitir que el público opine y aporte ideas y opiniones a mi obra? ¿Cómo dar visibilidad a mi proyecto?), ahí va un ejemplo que tal vez pueda servir para disipar dudas: desde diciembre de 2011 participo en la iniciativa #bookcamping a través de Goteo.org y desde entonces no han dejado de informarme sobre el estado de la financiación y demás objetivos que se traen entre manos. Transparencia y vértigo desde la Red, no esperaba menos.

Entonces, ¿Micromecenazgo digital contra Ley de Mecenazgo? Esperemos a saber qué ocurre el 2 de febrero. Estamos ante una nueva oportunidad para el sector cultural. Tal es así que si estas iniciativas de crowdfunding viniesen también de la mano de algún tipo de facilidad institucional que garantizase su funcionamiento, gozarían de una aceptación aún más rápida. No en vano, estamos ante un fenómeno que sustituiría también cierta labor casi exclusiva hasta ahora de los bancos y dejaría fluir la voluntad y el empoderamiento del público cuando hablamos de financiación, producción y consumo en el sector cultural. Así que si a esta coyuntura le sumásemos una Ley de Patrocinio y Mecenazgo abierta al público además de a las grandes corporaciones e instituciones consolidadas, ¿no serviría acaso para estimular la confianza en el sector e implicar realmente al usuario -público, consumidor, llamémosle como queramos- ? No sólo estamos ante una nueva propuesta de financiación, sino que parece que además conlleva un cambio de mentalidad.

*Crowdfunding y procomún en la Red

Olivier Schulbaum, de Platoniq, nos habla de crowdfunding para #masacritica y CCCBLab

El crowdfunding como caballo de Troya del procomún, según miembros de Goteo.org para CCCBLab

Periodismo, servicio público y ciudadanía en la Red neutral. Pau Llop en la presentación de Goteo.org. 4/11/2011

Algunas plataformas de crowdfunding en España

Goteo

Verkami

Lanzanos

Injoinet

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¿A dónde vas, Niemeyer?

arte, comunicación cultural, museos, Políticas Culturales, territorio y patrimonio

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La biología da respuesta a una de las dudas retóricas más recurrentes de la sabiduría popular: ¿qué vino antes, el huevo o la gallina? Sabemos que huevo es un organismo celular más sencillo, luego tuvo que llegar primero.

¿Y en cultura qué viene antes, el contenedor o el contenido? La polémica cronología del Centro Niemeyer de Avilés nos ayuda a entender una vez más que de nada sirve crear espacios multifuncionales de vanguardia si no están sujetos a una misión bien definida, con programas de contenidos coherentes y con una línea de comunicación clara. Si además incluimos la rapacidad y los inevitables intereses políticos y mediáticos en este cóctel, la insostenibilidad de la propuesta y su fracaso están garantizados.

Hace unos días descubría que los gestores del proyecto, nacido a la vera de la Fundación Principe de Asturias, lidiaban ya en 2007 con una alianza elitista de centros culturales al estilo del G8 en uno de los peores arranques conceptuales de cuantos hemos presenciado en el ámbito de la cultura de los últimos años. En el citado artículo se hacía referencia a la necesidad de “empezar a diseñar una nueva estrategia de marketing cultural” partiendo de la nada, sin tener en cuenta las tradiciones del territorio donde se asienta la institución, como si diera lo mismo que hablemos de Asturias o de Australia. Y así ha sido, puesto que la única constante que se ha repetido a lo largo de la trayectoria del Niemeyer ha sido la de “proyección internacional”, de cero a infinito sin contar hasta tres y empezando la casa por el tejado, tan propio de muchas instituciones españolas. Durante años los medios se hicieron eco de cada visita mediática a las obras del edificio mientras que las quejas ante la falta de información sobre las actividades diarias del Centro apenas tuvieron repercusión. ¿Qué favor hace este derroche de pretenciosidad y dudoso gusto a la imagen del Centro? ¿Cuál es la verdadera finalidad de crear centros culturales de renombre sin antes superar un análisis de demanda potencial, demanda real, y viabilidad a medio plazo? ¿Qué sería prioritario, aceptar la propuesta de un arquitecto estrella (“…un efecto Niemeyer capaz de rivalizar con el efecto Guggenheim.”) o revitalizar un espacio degradado en el entorno de la comarca industrial a través de la cultura? Bilbao trazó un plan integral que contó con el respaldo de la sociedad vasca apostando por un efecto llamada que revertiría positivamente en los ciudadanos, y aunque para muchos los efectos de este cambio siguen siendo discutibles, partieron del largo plazo para trascender la mentalidad colectiva. No ha sido el caso del Principado, cuyos objetivos jamás tuvieron en cuenta la ciudadanía y el territorio.

Durante las últimas semanas de 2011 pudimos ver cómo se sucedían muestras de apoyo más o menos justificadas al proyecto a pesar del descontento de la población, hasta que por fin se confirmaba que el Centro había pasado a manos de la sociedad mercantil pública RECREA. Aún hoy, si alguien observa indicios de un enunciado que resuelva hacia dónde discurrirá su programación y política de comunicación, ruego lo analice, lo contraste y lo difunda con ayuda de la biología si hace falta cuanto antes.

Artículos, bibliografía y recursos en internet

El futuro del Centro Niemeyer. El País, 20/12/2011

Esteban, Iñaki. El efecto Guggenheim, Ed. Anagrama

@CentroNiemeyer en Twitter

III Foro de Industrias Culturales

cultura libre, industrias culturales, Políticas Culturales, procomún

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Excma. Sra. Dña. Ángeles González-Sinde, Ministra de Cultura,

El III Foro de Industrias Culturales que usted misma inauguró hace dos días y que ayer se clausuraba en el MNCARS tenía el fin de estudiar los cambios que están modificando las pautas de producción y consumo cultural en España. Durante este tiempo, empresarios, profesionales y expertos de consumo masivo se reunían y debatían para tratar los nuevos desafíos a los que se enfrentan las industrias culturales. Es interesante destacar que también formaron parte de estas jornadas miembros afines a los principales partidos políticos, que contaban incluso con una mesa propia de debate. En el programa no encontrábamos ninguna mención a la investigación o a la innovación y a las empresas emergentes del sector, sino que todas las mesas y bloques temáticos se plantearon alrededor de las plataformas relacionadas con el espectáculo y las prácticas culturales de consumo tradicional y masivo. En cualquier caso y a partir de la nota media de unos indicadores establecidos por los propios organizadores, el titular del mismo día que daba comienzo el Foro en El País, también presente en el comité organizador del evento, no se hacía esperar: Aprobado por los pelos para la cultura española. ¿Pero por qué?

“Lo que está en peligro es la pervivencia misma de la cultura. Es un asunto de Estado que tiene que ver con el bien común.” Ángeles González-Sinde

Era este alarmista mensaje emitida por usted al abrir el debate lo que me empujaba a escribirle unas líneas. Una vez más y según estas declaraciones corremos el riesgo de caer en la trampa del engaño, del oximorón, y creer que el tejido cultural se sustenta y se nutre únicamente al concepto de Industrias Culturales. ¿Qué es cultura para usted, Ministra? ¿Qué es lo que está en peligro realmente, la cultura o el Ministerio de Cultura? ¿Acaso la cultura parte exclusivamente de las instituciones públicas? ¿Cuál es el papel de los organismos públicos de gestión cultural? Según este juicio da la sensación de que la política cultural pretende definir, vertebrar y poseer la cultura de un país, de una región, de cualquier territorio… ¿como en el modelo doctrinal totalitario? Compruebo que hace tiempo que olvidaron los principales valores y el fundamento sobre el que debiera actuar la política cultural: el propio territorio. A partir de aquí usted sabrá que la consulta y la participación serían los estandartes de la ética; el conocimiento de la infraestructura, el consumo y las expectativas constituirían el alimento; y la visión estratégica siempre a largo plazo, el Norte.

Por otra parte pero sin soltar la brújula, me encantaría saber a qué se refiere usted con “bien común” y que lo explicase, tal vez extrajera alguna conclusión reveladora. Me pregunto si todas aquéllas Fundaciones que se vieron favorecidas con el reparto de subvenciones dependientes de su cartera en octubre de este año contribuirán a ese bien común, y en qué medida se fomenta así la cultura en el Estado. ¿Sabrían los participantes de la mesa política de este III Foro de Industrias Culturales contestar esta pregunta? Mientras tanto, llevamos años escuchando que los museos están temblando y no dejamos de ver cómo se inauguran centros de arte contemporáneo que carecen de fondos propios para la producción. No podemos olvidar los espacios independientes, incapaces incluso de crear redes porque seguro que ni el propio Ministerio de Cultura los reconoce. ¿Qué partida se destinó hace menos de un mes a los verdaderos Proyectos Culturales?

La conclusión principal es que la asignatura pendiente sigue siendo la internacionalización, algo que en el ámbito europeo ha sido “un fracaso”.

Esta vez la cita es del propio diario refiriéndose a la internacionalización de la cultura española. Pues bien, ¿qué esperaban si no sabían qué vendían? A mí lo que me extraña es que hayan aprobado, pelos aparte. En cualquier caso estoy impaciente por conocer las conclusiones finales de este III Foro de Industrias Culturales. Seguro que se tratará de algo grande, espero sorprenderme.

Reciba un cordial saludo.

Bibliografía y recursos en internet

Declaración Comisión de Cultura Acampada Bcn Julio 2011

• Bourdieu, P. (1995) Las reglas del arte Anagrama: Barcelona

www.culturalpolicies.net

www.ifacca.org

www.labforculture.org/es

portal.unesco.org

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Culture & Access Commons: recursos y derechos educativos, sociales y culturales

Commons, Creative Commons, cultura libre, economía social, Políticas Culturales, procomún

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Quería aprovechar un tweet de mis contactos publicado hace unos días que coqueteaba con el rumor de la inminente desaparición del Ministerio de Cultura. De resultar cierta la idea y consumarse en un futuro próximo, España dejaría de lado definitivamente el modelo tradicional francés de política cultural en el que el Estado actúa como garante y gestor de sus instituciones, para optar por una visión más anglosajona y por ello más economicista y empresarial de la política, cediendo las “competencias” a las Comunidades Autónomas. Bajo esta aparentemente inofensiva medida subyacería una sutil aunque depredadora estrategia que avalaría las políticas neoliberales de casi todas las autonomías del Estado.

Esto me lleva a posicionarme porque pienso que el objetivo de la política cultural nunca debiera ser el de valorar económicamente sus recursos. Parece que nos hemos acostumbrado a ver cómo se fijan indicadores para explotar la creatividad y las ideas al amparo de los últimos Gobiernos con las leyes y releyes sobre propiedad intelectual o la regulación de la red y otras formas de expresión e información. ¿Tan mal se ha promocionado el propio sector cultural que esos han sido los ámbitos de actuación más sonados? Lo que está claro es que hay a quien no le conviene investigar en las posibilidades del acceso libre a la cultura porque entre otros motivos, seguramente ni las propias autoridades entiendan o sean capaces de defender el propio significado del término a lo largo de la historia y según la disciplina que lo aborde. De todos modos y como apuntaba, me resigno a valorar y categorizar la cultura como un sector económico más, ligado a un mercado “cultural” derivado de la progresiva externalización de competencias públicas. Alarmas aparte, aprovecharé que todavía no ha culminado ningún proceso y como siempre que se cierne la oscuridad, lo importante es entender los por qués y encontrar el modo de apoyar cualquier atisbo de resistencia.

Efectivamente, el primer paso es tomar conciencia de que hoy cualquier discurso sobre cultura y sociedad no puede disociarse del de democracia y política pública. A mi modo de entender, la corriente dominante nos quiere convencer de que no hay tiempo ni recursos para dedicarlo a patrimonio, artes y cualquier otro medio de transmisión cultural o de conocimiento, y de hecho se trata de un ámbito cada vez más alejado de prioridades para propuestas de intervención pública.. como ocurre con la Educación, la Sanidad o el Medioambiente. Y es en este punto donde quiero recoger la idea del procomún(1) y su aplicación a la cultura mediante los Culture Commons a propuesta de Bill Ivey, o a los recursos sociales mediante los Access Commons. El origen de estos términos y su explicación son bien sencillos una vez hemos comprendido y asimilado sus aplicaciones, como la misma Wikipedia o las licencias Creative Commons.

Tal vez convenga recordar que hace ya mucho tiempo que se trabaja en un flujo regenerativo de la obsoleta cadena de producción fordista, y que probablemente las prácticas culturales hayan sido pioneras en abrazar esta transformación. ¿Qué quiere decir esto? Básicamente y además de otras bondades, que vivimos un nuevo paradigma en el que el ciclo consiste en producir, usar y compartir para distribuir más equitativamente costes y beneficios con recursos (¿o derechos?) que nunca debieran ser tratados como meros bienes comerciales. En cualquier caso, el objetivo último siempre sería participar y fomentar una sociedad sostenible a través de las 5 Áreas del Procomún:

1. Food Commons, 2. Energy Commons, 3. Thing Commons

El aire, las hierbas medicinales, la noche, el silencio, el agua, la biodiversidad.. Estas tres áreas del procomún parecen proveer las necesidades vitales desde el punto de vista físiológico del ser humano, entre otras.

4. Culture Commons

Para permitir al ser humano expresarse, comunicarse y hacer uso de la memoria. Resulta interesante descubrir que de aquí surgen las licencias Creative Commons.

5. …y Access Commons

Para permitir el acceso a la medicina, la educación, la libre expresión y los recursos sociales. Encontramos:

Centrándonos en estos dos últimos Commons, vemos que coinciden con los ámbitos de los que hablábamos como susceptibles de ser arrebatados, “olvidados” o, directamente, vendidos estos días. Tradicionalmente, en la antigua y categórica pirámide de Maslow, eran los que ocupaban la cumbre del sistema. Parece que alguien sigue creyendo en esta forma de representación y no piensa detenerse hasta ganar la carrera por acaparar la base, su cimiento. Aunque está visto que también los hay quienes han empezado por abajo: ¿a alguien le suena la mercantilización y privatización del Canal de Isabel II de Madrid?

Igual que podemos trabajar con Flickr (un momento… ¿otra empresa privada para gestionar procomún?) o intercambiar diseños arquitectónicos, ilustraciones científicas, software, canciones, blogs, webs y novelas que se adaptan a los parámetros de Creative Commons, también hay quien investiga y lucha por abrir las patentes farmaceúticas, publicar los últimos descubrimientos del genoma humano o dar a conocer los niveles de toxicidad de ciertos medicamentos al margen de los intereses privados. Y ya no hace falta ser un erudito para comprender esta dinámica cuando son ya más de 53 países en los que se adaptan también las licencias CC a las leyes nacionales para promocionar nuevas formas de producir, compartir y distribuir trabajos creativos, ¿sabes si está el tuyo en la lista? Si la información sigue siendo el poder y ha tardado tanto en circular entre nosotros, no estaría de más expandir este horizonte, disfrutarlo y velar por su defensa en caso de que surjan tentáculos reguladores con hambre de latente e insaciable discurso monetario.

(1) Este jueves 29 de septiembre se presentaba 15M.cc en el Laboratorio del Procomún de Medialab-Prado, a cargo de Antonio Lafuente, investigador del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CSIC) en el área de estudios de la ciencia.

Artículos, Bibliografía y recursos en Internet

Jaron Rowan en Diagonal, 19 de septiembre de 2011.

• Elinor Ostrom (1990). Governing the Commons: The Evolution of Institutions for Collective Action. Cambridge University Press.

creativecommons.org

onthecommons.org

• #procomún en Twitter

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Aproximación a la política cultural de Madrid

financiación, Madrid, Políticas Culturales

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Son varias los retos que surgen al intentar valorar la política cultural madrileña, y tal vez el más evidente sea superar la falta de transparencia para definir y apostar por un modelo claro. Si a esto le sumamos la particularidad de la realidad política y sociocultural de la ciudad, y la heterogeneidad y atomización de su mercado y sus actores, todavía será más difícil dar con la pista de qué se cuece y qué planes tienen para el ciudadano. A pesar de todo, creo que tanto el desarrollo de su proyección internacional desde los años ochenta (década crucial en la que la cultura comienza a considerarse productora de riqueza antes que valor de derecho ciudadano) y su trayectoria histórica, junto con el innegable sello de la ideología en el poder, los grandes condicionantes que han marcado tradicionalmente las políticas culturales de Madrid.

Para estrenar el blog me gustaría demostrar de una manera breve cómo la toma de decisiones en el ámbito cultural de mi ciudad ha sido más política e ideológica que técnica en la mayoría de los casos. Prometo ser más ameno y abordar aspectos más divertidos y de una manera más breve en un futuro próximo, pero de algún modo necesito empezar con los pies en la tierra. A mis vecinos de Madrid:

A. Modelos de Política Cultural

José Luis Giménez-Frontín estableció tres modelos para definir las políticas culturales urbanas. Os animo a indagar en sus teorías, pero también os adelanto que Madrid encaja muy bien en lo que denominó “Modelo de Fotografía”, ¿a alguien se le ocurre por qué? Resumiendo, se trata de una política cultural de fachada que no fomenta la cultura ni la educación ciudadana y mucho menos el desarrollo local, busca demostrar el cumplimiento de unos objetivos políticos aunque el resultado final resulte irrelevante. Salvo excepciones, la lógica publicitaria se impone a la cultural. Así pues, queda más claro ya: disponen de objetivos políticos pero faltan modelos de política cultural.

Sin embargo y al margen de esa concepción distorsionada y burocrática de la cultura, aparecen también propuestas constituidas como laboratorios de I+D+i en cultura que ofrecen nuevas ideas a desarrollar y compartir. Medialab Prado, Intermediae o Matadero Madrid se engloban en el “Modelo Rotonda”, que establece normas básicas más fluidas para la autorregulación con la mínima intervención del sector público. Y como imaginareis, esto tiene sus pros y sus contras, pero para no extenderme lo dejaré para otro día.

B. Dimensiones de la cultura en Madrid

Sigamos acercándonos y clasificando la política cultural madrileña. ¿Cómo se manifiesta en la segunda década del siglo XXI?

    1. Por fomentar la cultura de masas propia de la aculturización globalizadora centrada en el espectáculo y, en segundo término, por mantener una alta cultura elitista. Sin entrar a valorar el asunto taurino, la cultura tradicional persiste en barrios sin apenas promoción ni participación pública, o con un calendario de festejos antediluviano.

    2. No es coincidencia que cobre fuerza la homogeneización cultural y se olvide la identidad cultural común y la cultura tradicional o, lo que resulta más importante, la diversidad sociocultural propia de la capital de un país postindustrial.

    3. Énfasis en el ámbito sensorial frente al espiritual o el intelectual, aunque sin abandonarlos completamente. Salvo excepciones, prima la presentación sobre el contenido.

    4. Por derivación del apartado anterior, Madrid basa su cultura en un mayor número de expresiones artísticas que humanistas o científicas.

Ya estáis pensando en las dimensiones de la cultura de vuestra propia ciudad, ahí os quiero ver.




C. Campos de Intervención Pública: equidad, sostenibilidad y viabilidad

Seré breve:

• Equidad

“La diversidad es un elemento constitutivo de cultura, no un elemento añadido.” Colin Mercer

Con todo, pienso que la política cultural madrileña se aleja de cualquier criterio básico de desarrollo social: propuestas como impulsar actividades culturales en los barrios para re-equilibrar la geografía participativa (hasta hace poco tarea exclusiva de asociaciones y ONG), recuperar y reinventar las fiestas populares como mecanismos de dinamización comunitaria (se fomentan sólo algunas fiestas de cierta repercusión nacional e internacional… con criterios mayoritariamente financieros, por no hablar de las citas puramente religiosas) y la revitalización de espacios para la convivencia (plazas, fuentes, mobiliario urbano) no se llevan a cabo con criterios equitativos. La ausencia de Madrid en la Agenda 21 De La Cultura sería un buen indicador del nivel de implicación de las autoridades con la ciudadanía.

• Sostenibilidad

La planificación en cultura del Ayuntamiento de Madrid no ha pasado hasta ahora por crear un mapa de los recursos culturales de la ciudad, y las ideas que se transmiten para potenciar su papel en la vitalidad urbana suelen resultar arcaicas. El Ayuntamiento carece de un plan estratégico de Cultura a largo plazo y tampoco cuenta con un Consejo de participación porque siempre ha estado condicionada por intereses electorales y partidistas (Madrid2016, 2020… incapaces de revertir en cultura). Por esto escasean los proyectos sostenibles y comunitarios.

• Viabilidad

¿Advertís signos de cooperación entre los departamentos de desarrollo económico y de cultura? Yo no. De hecho, los presupuestos municipales de cultura van dirigidos a actos centrales, casi nunca hacia barrios en parte debido a la actual descoordinación de las políticas culturales de las tres Administraciones. Tampoco destaca la consideración hacia el contexto empresarial y laboral de los agentes en el ámbito cultural, pero sí hay signos de un proceso carente de propuestas de crecimiento de la industria mientras se reducen actividades y personal para la gestión directa como dinamizadores, bibliotecarios, gestores culturales…

Después de todo, creo que Madrid es una ciudad moderna abierta al neoliberalismo también en su política cultural sin el más mínimo remilgo. Y como no estamos en tiempos de tibieza moral, soy de los que agradecen el enérgico posicionamiento de sus políticos y técnicos administrativos para tomar medidas y conocer el por qué de cuantos problemas se plantean.

D. Apuntes sobre la financiación del Ayuntamiento de Madrid

Como ya adelantaba, me gustaría profundizar en este tema en lo sucesivo. En cualquier caso, es de sobra conocido el grave endeudamiento financiero del Ayuntamiento de Madrid, y esta situación obliga a buscar modelos sostenibles en el ámbito cultural que fomenten un modelo municipal autofinanciado, de gestión comunitaria y de dinamización cultural que ajuste presupuestos y se complemente por el apoyo a la industria cultural madrileña, incluso en terrenos tradicionalmente “vetados” a la cultura. Otro día escribiré sobre emprendizajes en cultura, pero si nos ceñimos a las instituciones públicas, parece urgente un Pacto Local que aporte estabilidad financiera para el municipio y se desvincule de la firma de convenios que cofinancien las competencias de la Administración regional. De lo contrario el endeudamiento municipal continuará asfixiando las programaciones culturales.

Bibliografía:

Manifiesto por Madrid. Crítica y crisis del modelo metropolitano. Editorial Traficantes de Sueños, 2009.

• Ciudades creativas. Volumen 3. Economía creativa, desarrollo urbano y políticas públicas. Félix Manito (editor). Fundación Kreanta, 2011