El pasado 9 de mayo tuve la oportunidad de participar en el Seminario Interuniversitario Permamente de Investigación de Género, Estética y Cultura Audiovisual (GECA), celebrado en la Facultad de la Información de la UCM. Rodeado de académicos y performers, y tras la entusiasta presentación de Rosa San Segundo, llegó mi turno para destacar en primer lugar que, si bien el hecho de aparecer en el programa como independent scholar me permitía cierta liberta de planteamiento, los compromisos laborales de quien figuraba junto a mi nombre con la misión de investigar, redactar y presentar el trabajo conmigo me dejaban solo ante el peligro. Quién sabe a dónde hubiésemos llegado trascendiendo el planteamiento inicial en esta ocasión, pero estoy seguro de que en el futuro atacaré con Carlos otros proyectos a dúo. En cualquier caso lo que viene a continuación constituye una adaptación al blog de lo que quise transmitir con esta intervención. Y entonces también empecé con esta secuencia de ‘Mr Lonely’, de Harmony Korine, en la que, sobre las imágenes de un imitador de Michael Jackson, una voz en off nos recuerda que ha llegado el momento de ser quienes no somos…
Sin entrar de lleno en la temida prosa asociada a la sociedad de control de Deleuze o la biopolítica* de Foucault, me referiré a ambos modelos a través de La Teoría del Bloom y la crisis de la presencia, de TIQQUN, que en cierto modo parte del pensamiento de los anteriores y espero sirva para entender el por qué del título de esta entrada y su relación con las dos películas que analizaré a continuación.
Introducción a la crisis de la presencia
Además de TIQQUN, Amador Fernández Savater lo interpreta de forma admirable cuando explica que esta crisis surge a partir de nuestra propia inquietud respecto al núcleo de creencias, fidelidades y deseos que nos constituyen, y deriva en el problema de nuestra propia existencia para el mundo, claro está, capitalista. En cierto modo, en la crisis de la presencia colapsa la realidad y nosotros con ella, disponiendo otro punto de partida para nuestro habitar, forzándonos a actuar. Pero en el esquema metafísico, la presencia soberana se alza frente un mundo de cosas opuesto que trata de gobernar mediante el lenguaje y la técnica, y la gran dificultad es que ese desplazamiento no puede ser, como apuntaba Heidegger, “fabricado ni forzado”. Por tanto esa crisis, que puede ser individual aunque ya se siente colectiva, nos da dos opciones: declararnos vencidos y dejar de vivir, o reinventar la presencia como ser-en-relación.
¿Cómo combatir la crisis de la presencia? Una vez sabemos que sus efectos sólo pueden ser negativos donde el ideal normativo es la presencia soberana, hay que hacer de la crisis una fuente de energía casi mágica, mítica, absolutamente pagana: asumiéndola para terminar dominándola con ornamentos y cambios en nuestro propio cuerpo rescatando incluso la idea de fetichismo. Este ritual supondría el principio activo de un nuevo nacimiento “orgánico” incorporando al propio huésped, por eso se asume que de la crisis de la presencia se vuelve siendo otro.
¿Pero cómo puede sostenerse una sociedad que produce masivamente este estado? Es la tarea de los dispositivos, que entretienen, controlan y reproducen de manera indefinida nuestra situación de ausencia al mundo, envenenándolo: esa es la tarea del capitalismo. Resumiendo, es el “suplemento” que permite a una presencia en crisis seguir funcionando como si fuese una presencia asegurada, como si no pasara nada, negando para ello al huésped que se ha alojado en nosotros. Tan perverso que reduce toda la complejidad de una presencia en crisis a un enfrentamiento entre el Bien (la presencia soberana) y el Mal (lo que trae la crisis). ¿Ejemplos concretos? Ahí están la religión o los roles sociales, sin ir más lejos.
¿Y cómo pueden reflejar este conflicto el cine y la cultura audiovisual? A continuación presento dos de las últimas películas que he visto donde se presentan las dos caras del resultado más extremo de esa crisis de la presencia.
De la tragedia corporal de Elvira/Erwin…
La muerte en extrañas circunstancias de su amante Armin Meier llevó a Rainer Werner Fassbinder a realizar la que sería su obra más intimista y exorbitante en 1978. Este luctuoso melodrama que es “En un año con trece Lunas” muestra los últimos días del transexual Elvira/Erwin, quien por la devoción que sentía hacia un poderoso y manipulador agente de negocios, se hizo operar en Casablanca para convertirse en una mujer, volver a Alemania y luchar así por un amor que jamás sería correspondido. Acompañado siempre por su amiga Zora, prostituta, Elvira busca cariño y respuestas en las personas de su alrededor durante los últimos días de su vida. No es casual que la acción transcurra en Frankfurt, paradigma del capitalismo europeo y ciudad donde las contradicciones sociales aparecen en cada esquina.
De entre las imperecederas secuencias de ‘En un año con trece lunas’, ninguna tan cruda como del matadero donde, mientras los carniceros sacrifican, despellejan y despiezan a las vacas en clara consonancia con la tragedia de su cuerpo, Elvira parece mimetizarse con los jirones de carne que cuelgan para secarse a la vera de una sociedad metódica cuando da forma a sus ciudadanos en una cinta transportadora de sumisión. Elvira es un ser vulnerable, totalmente dominada por otra persona que de algún modo le ha ido dando forma hasta hacer que viva en una prisión fabricada por ella misma. Y todo para dar amor, ya lo declaraba Fassbinder:
“Mi cine versa sobre el aprovechamiento, la explotación de los sentimientos dentro del sistema en que vivimos.”
Como aporta Rafa Morata en su excepcional blog sobre el director alemán, el crítico Wolfram Schütte rubricó su crónica de la película en 1978 con una cita de Heinrich Mann: “El esteticismo es producto de tiempos sin esperanza, de estados que matan la esperanza.” Así es, a lo largo de la inmensa filmografía de Fassbinder para cine y televisión confluyen el deseo tortuoso, las relaciones de poder y la identidad social como con ningún otro director (a excepción de Buñuel, quien sin embargo parece tomar cierta distancia con sus personajes). Recuperando los parámetros de la crisis de la presencia y según las dos opciones que se nos muestran para salir de ella, sería difícil negar que Elvira/Erwin opta por la opción de darse por vencido.
…al cut-up identitario de Breyer P-Orridge
Más de 30 años después, en 2011 y de la mano de Marie Losier, se estrenaba ‘The Ballad of Genesis and Lady Jaye, documental a medio camino entre el reality fetichista y el collage estético-emocional sobre el proyecto lisérgico de una nueva era protagonizada por un nuevo género. Genesis P’Orridge, músico y performer, pionero artístico y transgresor como muy pocos, decide por amor no parecerse a Lady Jaye, su mujer, sino emprender un viaje con ella para llegar a ser la misma persona, para mimetizarse, instaurando un nuevo género, el de Pandroginia. En palabras de Genesis:
“No versa sobre el género. Algunos hombres se sienten atrapados en el cuerpo de una mujer; y algunas mujeres, atrapadas en un cuerpo de hombre. Según la pandroginia, el individuo se siente atrapado en un solo cuerpo. El cuerpo es sólo la maleta que llevamos alrededor. Sobre todo la mente, el conocimiento.”
¿Por qué, retomando la crisis de la presencia, considero que estamos ante un caso que reinventa la presencia como ser-en-relación?
En un mundo en el que se nos anestesia y se nos paraliza porque se ha empezado por liquidar ese otro lugar al que huir, Genesis y Lady Jaye (en adelante, Breyer P’Orridge a partir sus respectivos nombres) se anestesian voluntariamente y llegar a formar lo que enunciara Santo Tomás, sobre la necesidad de formar quasi unum corpus, un solo cuerpo, al tiempo que toda la Antigüedad insistirá en la igual necesidad de los miembros para el bienestar del organismo.
Es crucial en el manifiesto de Breyer P-Orridge entender la maleabilidad de la identidad física y de su comportamiento cuando califican el ADN como “un parásito evolucionado” y el cuerpo como “un logo, un jeroglífico, el holograma de una muñeca construido a partir de expectaciones externas antes de que podamos hablar y utilizar el lenguaje.” ¿Qué es si no el nombre propio, que se nos da proféticamente antes de nacer? A partir de ahí, y como en el caso de técnicas propias de la transexualidad, el travestismo, la cirugía estética, el piercing o los tatuajes, todos ellos impulsos calculados hacia la siguiente fase, hacia convertirse en el Otro, Breyer P-Orridge aplicaron el sistema del cut-up** y el concepto de la Tercera Mente en el YO ficticio para crear la ahistoria no autorizada de sus propias vidas. De este modo, Breyer P-Orridge suplen sus cuerpos separados, las individualidades y los egos hacia un proceso irreversible de cut-up identitario para producir un tercer ser, “otra” entidad.
“La Pandrogenia no trata de definir diferencias sino de crear similaridades: unificar y resolver.”
Breyer P-Orridge creen que, como la moral, los sistemas binarios encapsulados en la sociedad, la cultura y la biología son la raíz de los conflictos, absolutas agresiones que a cambio justifican y mantienen sistemas opresivos de control además de jerarquías. Las sociedades dualistas, nos dice, se han convertido en algo tan inerte, consumista y autorreproductor que amenazan la existencia de nuestra especia y la pragmática belleza de los infinitos modos de expresarse. En este contexto el viaje, representado por Pandroginia y la creación experimental de una tercera forma de género neutral no sólo está relacionado con las estrategias de supervivencia de las especies, sino también con el descubrimiento de un nuevo mito de la creación de código abierto en el siglo XXI. ¿Acaso no volvieron de la crisis de la presencia siendo otro, reinventándose como ser-en-relación? Una vez más, en palabras de Genesis durante la presentación del documental de Loisier en el Festival de Cine de Berlín de 2011:
“Queríamos acabar con las dualidades de una sociedad que divide a todo en dos: hombre y mujer, blanco y negro…”
Llegados a este punto sería importante recalcar que aunque Lady Jaye murió en 2007, Genesis sigue refiriéndose a sí mismo en plural.
Pensar la diferencia
Con todo, creo que ‘En un año con 13 lunas’ y ‘The Ballad of Genesis and Lady Jaye’ invitan a pensar la diferencia, a identificar las formas que adopta el poder capitalista para reprimir las libertades civiles, cada una en un extremo de esa postura ante la crisis: el suicidio como alegoría de la capitulación, y el renacimiento de un tercer sexo más allá de la identificación clásica de género. Tal vez la Pandroginia de Breyer P-Orrdidge recoja el testigo que legó Buñuel, a quien volvemos para citar su amour fou de ‘La Edad de Oro‘, donde un hombre y una mujer difícilmente llegarán a unirse. Y todo esto hoy, en un contexto en el que, si nos referimos a la salud, surgen voces que señalan a la medicina como el brazo armado del poder actual: una medicina genética, mercantilista, heredera de la biopolítica, en absoluto terapéutica y con la Viagra como estandarte desde hace tiempo. Por todo ello el desafío de Breyer P-Orridge resulta múltiple, se mire desde donde se mire.
Pero tal vez no haga falta llegar a límites quirúrjicos para superar la crisis de la presencia y volver de ella siendo otro. ¿Bastaría con disfrazarse de Michael Jackson o de Marylin Monroe como en ‘Mr Lonely’? Desde luego, quienes hayan disfrutado de esta cinta tampoco garantizarán que salgas indemne si eliges esa inocente opción y decides emprender el viaje para ser otro sin reconocer antes la crisis de la presencia.
Bibliografía y recursos en internet
• Melusina y Acuarela Libros editan las obras de TIQQUN.
• ¿Por qué estamos en guerra? Albert Lladó para La Vanguardia, 06/03/2012
• La anarquía de la imaginación, Entrevistas, ensayos y notas. Rainer Werner Fassbinder. Ediciones Paidós, Colección La memoria del cine. Barcelona, 2002
Notas
* El poder de hacer vivir y dejar morir, sintetiza TIQQUN.
** El cut-up, si bien fue inventado por DaDa, fue implementado por William S. Burroghs en toda su obra con resultados que difícilmente dejarán de ser de visionarios. Cabe destacar el influjo del autor norteamericano tanto en la vida de Genesis P-Orridge como en la obra de los propios Foucault y Deleuze.
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